domingo, 5 de marzo de 2017

Mateo 5:1-12 - Las Bienaventuranzas Parte1 - Podcast #008



El libro de Mateo capítulo 5-a, Podcast #008
1Viendo la multitud, subió al monte; y sentándose, vinieron a él sus discípulos. 2Y abriendo su boca les enseñaba, diciendo:
3Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
4Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.
5Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad.
6Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.

7Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
8Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios.
9Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
10Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
11Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo.
12Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros.

Como hemos escuchado, estas son las hermosas bienaventuranzas. Mateo inicia el capítulo indicándonos que Jesús miro a toda la multitud. Cuando nos paramos frente a un estrado y observamos a la gente podemos alcanzar a notar las expresiones en sus rostros, desde aquellos que están desinteresados hasta aquellos que llegan con una gran aflicción en su expresión, sin embargo, no es posible para nosotros observar cada una de las personas presentes y es por eso que necesitamos ser revestidos por el espíritu santo para que la Palabra dada desde el pulpito, sea una palabra que penetre en las almas de cada oyente. Jesús, con un ojo omnipresente observo a toda la congregación, escudriño sus pensamientos, y todas sus necesidades y dolencias salieron a la luz de su entendimiento, la observo como aquellas ovejas sin pastor y subiendo a un monte tomo asiento y espero a que todos sus discípulos fueran hacia él. Y mateo nos específica, que abrió su boca y comenzó a enseñar quienes son bienaventurados y muchas otras cosas que veremos en los próximos 3 capítulos que comprenden la enseñanza del famoso “Sermón del Monte”.

Las bienaventuranzas, que son las que revisaremos en este y el siguiente podcast, son 7 u 8 enseñanzas para responder la pregunta ¿Quiénes son salvos?
Una bienaventuranza, conforme al contexto, es una felicitación; es una manera de exaltar al creyente por mantener una conducta grata ante los preceptos de Dios, y esto se traduce en una felicidad enorme para el creyente. También nos hace alusión a lo que nos dice Juan 3:17 en su evangelio “Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él” que mayor bienaventuranza que ésta.
Bien, nuestro Sr. Jesús inicia las bienaventuranzas como los escalones de una escalera que nos lleva a las más hermosas gratificaciones. Cada escalón tiene su propia exaltación y nos alienta a seguir hacia arriba, pero tanto el primero como el último de los escalones mantienen una equidad de recompensa.
La primer bienaventuranza nos dice: Bienaventurados los pobres de espíritu. Estos son aquellos que han sido profundamente convencidos de su culpabilidad con su pecado ante el Dios todopoderoso, no saben ocultar su necesidad de perdón, no son sabios en su propia opinión ni santos a su propia vista, tampoco se consideran ricos por la abundancia de sus bienes, más bien se consideran Infelices, Miserables, Pobres, Ciegos y Desnudos, tienen una profunda decepción de sí mismos al verse tan lejos de los atributos santos de Dios. Una persona que acaba de recibir a Jesús en su corazón, no puede tener la bienaventuranza de ser limpio de corazón, o la de ser misericordioso, o la de ser manso, bienaventuranzas llenas de grandes virtudes, sin antes recibir la pobreza de espíritu, la convicción de que no hay nada que él pueda hacer para acercarse a la santidad de Dios, para salir de la miseria en la que se encuentra. Esta bienaventuranza, aunque se considere la más baja de todas, nuestro Señor Jesucristo dice de aquellos que la poseen “ES el reino de los cielos”, de aquellos que saben que dependen enteramente de Jesucristo su SEÑOR para saciar todas sus necesidades, Dios les regala su reino. Un regalo no menor para cualquier bienaventuranza.
La segunda bienaventuranza es para aquellos que lloran; estos son los que se afligen de su pecado constantemente, son personas que no soportan el peso del pecado y viven una vida incomoda por sus imperfecciones; se avergüenzan de su mal comportamiento ya que se ven observados por Dios en todo momento. El resultado de reconocer tu pobreza espiritual, la primera bienaventuranza, te lleva a derramar lágrimas por el reconocimiento de ti mismo, de tu maldad, de tu posición tan apartada de Dios y te orilla al arrepentimiento. Este es el segundo escalón, impulsados por gracia desde el primero. Es una dicha para todos nosotros saber que nuestras lágrimas derramadas por el dolor que sentimos por las faltas deliberadas que hemos hecho en contra de Dios, por vernos tan lejos de él y sus promesas, por sentirnos inmerecedores de la sangre de nuestro Sr Jesús, seremos recompensados con una consolación por siempre y para siempre, bendito seas mi Sr Jesús, alabada sea tu obra por siempre y para siempre, tu que enjugas toda lagrima sincera llena de arrepentimiento con tus tiernas manos y cálidos brazos. Si observamos hermanos, la pobreza de espíritu nos lleva a derramar lágrimas de arrepentimiento, tanto una como la otra están llenas de la Gracia de Dios. La Gracia es el regalo que Dios nos da, para reconocer nuestras faltas y llevarnos a un genuino arrepentimiento. Aquí Jesús nos dice que estos serán consolados y que el reino de los cielos es de ellos.
La tercer bienaventuranza es para los mansos, esta bienaventuranza esta revestida de una virtud positiva a diferencia de las dos anteriores, aquí podemos observar una virtud que trabaja, una virtud que nos lleva a obras santas, una virtud que no se puede quedar en casa almacenada. La mansedumbre, es observada y experimentada por terceras personas. Al toparte con un hombre lleno de esta virtud, no solo te topas con un hombre que reconoce su pobreza espiritual y se lamenta de ella, te topas con un hombre con un carácter dominado, que no se ofende fácilmente, que soporta agresiones sin resentimientos, que tiene una satisfacción con lo poco o mucho que le da Dios, que tiene sujeta su voluntad a la voluntad de Dios, que escudriña las escrituras para tener un corazón conforme a los preceptos de Dios, que no levanta su puño en contra de la disciplina de Dios. Una persona así, llena con esta hermosa virtud, es un bienaventurado, es un hombre dichoso, un vaso útil para Dios, un hombre vacío de sí mismo y lleno con una humildad santa, un hombre que no anhela más de este mundo sino del venidero, estos hombres no son desechados, sino necesarios para la humanidad. Cuando te acercas con un hombre manso, un hombre humilde de corazón, como todo cristiano debe ser, puedes derramar todas tus angustias sobre de él porque este hombre está a un lado tuyo, humildemente te entiende, no te juzga, antes ora por ti y por tu bien estar. Hermanos debemos orar para tener la dicha de recibir esta bienaventuranza, es un honor ser manso ante los ojos de Dios y es una necesidad social, es imposible ver al mundo como lo vemos sin hombres mansos, que claro son pocos muy pocos, pero conllevan el equilibrio de esta sociedad. Mi padre una vez me dijo, nosotros somos el 10% que da equilibrio al otro 90%, esto me lo decía hablando de las personas responsables que pagan sus impuestos, que no se roban la luz o el agua y que tratan de vivir una vida honesta. Nuestro Sr Jesús dice que “ellos recibirán la tierra por heredad” pues su esperanza esta siempre en Dios.


Las personas que tienen hambre y sed de justicia han llegado al cuarto escalón de estas hermosas bienaventuranzas, no sin antes pasar por el reconocimiento de su pobreza espiritual, su lamento por el pecado y su revestimiento de humildad hacia Dios y los que le rodean. Al no tener anhelo o hambre por las ganancias de este mundo, habiéndolas desechado en su mansedumbre, reciben unas nuevas, el hambre y sed de justicia. Hay un punto en estos bienaventurados, donde solamente están interesados en la justicia de Dios, pero al verse tan lejos de ser rectos ante los más altos estándares, desean con todo su corazón recibir la justica de Dios, desean hacer el bien, desean estar bajo los preceptos de Dios y ser vistos por Dios como justos, pero saben que no son capaces, cuanto más se esfuerzan más se dan cuanta que no pueden. Estos hombres, sedientos por recibir la aprobación de su padre como hombres justos, buscan la justificación como lo más precioso de sus vidas, buscan la santidad como la jema más valiosa en la faz de esta vida. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados, “el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás (Jn 6:35)”. Amen, Amen. En Cristo somos justificados, en su muerte y resurrección somos hecho hijos de Dios, para los que creen en Jesús, para los que tiene hambre y sed de Jesús, para los que han dejado las riquezas de este mundo, por la riqueza mayor, por la única riqueza verdadera, Cristo, nuestro Jesucristo. Que no bajo de su trono a justificarse a sí mismo, sino que bajo a justificarnos, a regalarnos su justicia, a saciarnos de ese pan del cielo, que por nosotros y por nuestros pecados fue entregado. Bendito seas mi Señor Jesús, que más alegría podría desear, que mayor bienaventuranza que esta. En Cristo somos saciados y seremos saciados eternamente.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Disqus Shortname

Comments system